Us regalo un fragment de Oh, Blanca Navidad:
Resulta deprimente porque a todos nos gusta pensar que somos únicos, y la realidad te decepciona una y otra vez: todos hablan igual, como si les hubieran dado un guión a seguir.
Todos los adultos le piden a Santa una Visa Oro y un BMW, riéndose a carcajadas como si fueran los primeros lo bastante cínicos como para atraverse a pedir esos lujos. (...) La semana pasada fui a una tienda del Upper West Side. Es un establecimiento que recuerda un museo natural, donde todo está en venta: cada uno de los animales, disecados o reducidos a huesos, que habita la Tierra tiene su representante en la tienda. (...) Junto a la caja había un cuenco lleno de ojos de cristal con un cartel que decía: NO PONGA LOS OJOS DE CRISTAL ENCIMA DE LOS SUYOS. PUEDE PROVOCARLE HERIDAS.
- Siempre pasa lo mismo - me dijo el tipo del mostrador. - Primero se colocan los ojos y luego se lamentan. Me tienen harto.
Me asustó pensar que, hasta que leí el aviso, mi primer impulso había sido coger los ojos y colocarlos encima de los míos. Pensé que sería divertido.
Nos enorgullecemos de ser entes irrepetibles, pero me temo que en definitiva la policía tiene razón: al final, por mucho que digamos, lo único que nos distingue de verdad son las huellas dactilares.